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El gendarme (35) que mató a Marcela del Pilar Pérez (32) confesó y entró por la puerta de la Comisaría: “Me vengo a entregar, maté a la mamá de mi hija”

El gendarme (35) que mató a Marcela del Pilar Pérez (32) confesó y entró por la puerta de la Comisaría: “Me vengo a entregar, maté a la mamá de mi hija”

El cabo segundo de Gendarmería, R.M.M.R. (35), entró por la puerta de la Tercera Comisaría de Carabineros de Parral, la madrugada del pasado domingo, a eso de las 2:45 horas. Vestía jeans, zapatos café y chaqueta del mismo color.

Confesó en el acto. Llegó acompañado por su papá.

En su mano derecha portaba la cortapluma con que le dio una mortal estocada en el cuello a su expareja, Marcela del Pilar Pérez (32). El arma aún tenía rastros de sangre.

Esa noche estaban de guardia el subteniente Juan San Martín y la cabo Pilar Canales. Ante ellos exhibió el cuchillo y se los dejó sobre el escritorio.

Minutos antes, había ingresado a la casa de Marcela en el Pasaje 7 de la Población Don Pablo, a unos 3 kilómetros del recinto policial.

Fue el punto cúlmine de una jornada violenta. Y que comenzó con una discusión previa, la noche del sábado. Ella venía de regreso del campo de su madre, Ernestina Tapia, en el sector de Unicavén, donde había dejado a la hija de ambos, de 4 años.

Cuatro horas antes de asesinarla, él la interceptó en la vía pública, mientras Marcela iba manejando su auto por la calle Pablo Neruda.

En la esquina con Arturo Prat, no muy lejos de su casa -y a siete cuadras de la comisaría-, se cruzó por delante en su Chevrolet Aveo rojo. Alterado, le abrió la puerta del auto y comenzó a interrogarla de forma agresiva.

—¡¿Dónde está mi hija?! —preguntó él.
—Con mi mamá —le respondió Marcela.

El otro hijo de ella, fruto de una relación anterior, también lo había dejado con su madre.

—¡Qué andai’ haciendo a esta hora! —insistió.
—Echando bencina.
—¡Cómo vai’ a andar sola!
—No tengo por qué darte explicaciones —replicó.

Acto seguido, según denunció la mujer ante Carabineros esa misma noche, le tomó la cara con sus manos y le apretó fuertemente las mejillas. Intentó resistirse, pero de todas formas la besó por la fuerza. Le cerró la puerta del auto y se fue. Así quedó registrado en el parte policial, en el que se tipificó el hecho como abuso sexual.

Una hora después de ese episodio, a las 23:30 horas, Marcela llamó a Matías Gutiérrez. Se habían conocido hace 5 meses y se hicieron amigos. Con el tiempo forjaron una relación sentimental, pero nunca le pusieron un nombre.

Le contó la situación. Admitió que tenía miedo de estar sola en su casa y que su expareja le pudiera hacer algo más. Fue rápidamente a acompañarla. Llegó en 15 minutos.

Conversó con ella. La trató de tranquilizar, escucharon música, compartieron una cerveza y unos cigarros.

Con la situación más calmada, pasadas las 2:00 de la madrugada, Matías decidió ir al baño. Marcela se quedó en el living comedor, sentada en el sillón. Fueron minutos clave.

Mientras Matías estaba sentado en el baño, a las 2:20 horas, el gendarme entró a la casa. Marcela empezó a gritar pidiendo ayuda. Él se paró los más rápido posible y se subió los pantalones, pero ya era tarde. Ella ya estaba tirada en el piso, herida en el cuello.

Salió corriendo a pedir ayuda y vio al atacante subiendo a su Chevrolet Aveo rojo. Era el mismo del ataque ocurrido horas antes, aunque Matías no lo sabía en ese momento. Nunca lo había visto en persona antes. El cabo echó a andar su vehículo y huyó.

Mientras tanto, dentro de la vivienda, ella agonizaba. Todo apunta a que se resistió lo más que pudo. De acuerdo al preinforme de autopsia -firmado por el médico legista del Servicio Médico Legal (SML) de Linares, Franklin Colina-, con la misma cortapluma recibió cortes en el rostro y cuello. También asegura que recibió algunos golpes, como parte de un forcejeo.

Todo transcurrió muy rápido. Llegó Carabineros y luego el SAMU. El enfermero Jaime Aguilera intentó reanimarla, sin éxito. A las 02:46 horas constató la muerte de Marcela. A esa altura el asesino ya se había entregado.

Las lesiones fueron certeras, porque, según el SML, “aún con socorro oportuno y eficaz” hubiera sido imposible mantenerla con vida.

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